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La “Caravana de los Hambrientos”
Una mujer
lloraba desconsolada al pie del trono. Estaba suplicando de un modo que hubiera
destrozado el corazón de cualquiera, pero no el de él.
-- ¡Nurim! ¡no
puedes hacerle esto!—la mujer gritaba entre sollozos, arrodillada y con la
vista al suelo—no a nuestro Nangor.
Cuando pronuncio
este nombre, levanto la vista, y sus ojos se encontraron con los de el: unos
penetrantes ojos dorados lo miraron a través de aquella espesa mata de
alborotado pelo blanco.
-- Sirlin,
sabes que amo a Nangor, pero antes que padre, debo actuar como protector y rey
de nuestra raza. Es mi hijo, tanto como tuyo, pero se ha vuelto una amenaza
para nuestro pueblo. —lentamente, se irguió y extendió su mano a sus esposa.
Las luces se volvieron mas intensas. El y ella eran seres extraños,
sobrenaturalmente bellos y gráciles, ataviados con amplios y ligeros ropajes
que dejaban entrever sus esbeltas figuras—espero que comprendas mi decisión.
--¿A caso
crees que aceptare el que exilies a nuestro hijo a aquellas tinieblas?¿a
aquellos parajes donde pululan los demonios y demás horrores?—en la voz de la
reina Sirlin se apreciaba algo que ya no era tristeza, sino mas bien un odio
profundo y sincero que la impulsó a erguirse frente a frente a su esposo— No,
no lo aceptaré
-- ¡Pero le
estoy perdonando la vida! ¿No lo ves?
--¡Lo condenas
a un destino mucho peor que la muerte!—Sirlin estaba fuera de sí, pero pronto
se calmo, como si una ventisca hubiera apagado el fuego que ardía en su
interior, y su voz se volvió un susurro—Y es un destino al que lo acompañaré
gustosa.
Dicho esto,
dio media vuelta y caminó con paso firme a la salida de aquella cámara de
piedra.
-- Recuerda,
Nurim Hijo del Sol, si la maldición que padece mi hijo lo convierte en un riak,
yo también seré una—y a continuación, cerro estrepitosamente las pesadas puertas
de madera.
Sobresaltado,
Laregmir despertó al fin de aquel extraño sueño. Su corazón latía violentamente
encerrado en su pecho.
Con
dificultad, trato de sentarse, pero se dio cuenta que su brazo derecho estaba
vendado y entablillado. Estaba totalmente adolorido, cansado y confundido. Lo
que había sucedido la noche anterior era totalmente desconocido para el; solo
sabia que el aire apestaba a grasa ardiendo y a cerveza rancia.
A pocos
metros, alguien gritó, una niña, por su voz. Parecía que estaba llamando a
alguien, de manera desesperada, pero... ¿De donde había salido esta niña?¿acaso
habían sobrevivido los que estaban en la cámara sellada? Estas interrogantes no
le importaban ahora. Estaba adolorido y vivo.
Solo había
logrado exhalar diez veces cuando escuchó unos pasos que se aproximaban hasta
su posición. Eran pasos lentos y pesados, como los de alguien que no esta muy
entusiasmado con la tarea que se le ha encomendado. No pudo ver de quien se
trataba, pero el movimiento producía un extraño sonido metálico, como si
estuviera vestido con una armadura de metal.
-- ¡Oh buena
fortuna! – La voz del hombre era algo aguda y penetrante – parece que hay uno
menos que quemar.
Habiendo dicho
esto, se acercó al maltrecho cazador, hasta acuclillarse a su lado. Tenía un
odre en cada mano.
-- elije, mi
buen amigo de rostro elfoso. El agua, aunque se puede tomar, tiene sabor a
pantano, y el vino, pues, no es de lo mejor, pero es lo que hay.
Laregmir, al
darse cuenta que a duras penas podría emitir sonido alguno, solo señalo un odre
al azar. Cualquier cosa serviría para humedecerle la garganta.
Lentamente,
aquel líquido de repugnante sabor a barro y hojas muertas rozó sus labios y
recorrió casi dolorosamente su reseca garganta. Una vez mas, con la ayuda del
hombre de la armadura, bebio unos cuantos sorbos mas, sintiendose cada vez mas
aliviado.
En este
momento se sentía con suficientes fuerzas como para hablar, o al menos
examinar, a su aparente salvador. Con algo de esfuerzo, logro erguirse un poco
mas, hasta quedar sentado, con la espalda apoyada en un barril. Noto que el
hombre de la armadura era más pequeño de lo que imaginaba.
Delgado y de
aspecto insignificante, su rostro aparecia enmarcado por unos rizos de cabello
rojizo. Sus rasgos eran como las de un niño, pero sus arrugas y fino y pulcro
bigote desmentían su verdadera edad. No parecia un verdadero guerrero, sino uno
de esos nobles de baja calaña que se embarcan en absurdas aventuras junto a su
escolta con el unico fin de conseguir algo de oro y prestigio. Estaba cubierto
por una pesada capa de piel de oso, que colgaba de sus hombros. Por encima de
su armadura de escamas metálicas, vestia una fina tunica negra, bordada con un
simbolo que llamo enormemente la atención de Laregmir.
--¿Que pasa?
¿Te gusta mi emblema?— el tono de la voz del hombre estaba teñida de una
divertida y no muy bien disimulada burla -- ¿No te esperabas a un noble?
Laregmir se
dio cuenta que se habia quedado mirando fijamente al hipogrifo escarlata sobre
el fondo dorado de la tunica de su interlocutor. Pero ¿un noble enviado desde
la lejana Valkaria en los Paramos? No era algo que se acostumbrara a ver,
siendo que, a pesar que las colonias del Paramo de Oessel eran parte de aquel
reino, jamas habian estado bajo la proteccion y administración de la corona de
Valkaria o de alguno de sus feudos. Tendria que actuar con cuidado para tratar
de averiguar que estaba detrás de todo esto.
--Mis
disculpas, mi señor, pero no es habitual ver fuerzas de la Alianza aquí en los
Paramos.
-- Porque
jamas hizo falta jeje—el pequeño noble parecia cada vez mas entretenido con la
charla, y sabia hasta donde quería llegar el cazador--. Mira, tu pareces un
tipo del que puedo hablar de estas cosas: estamos en guerra.
Tan directa
afirmación no hizo mas que sacudir aun mas los alborotados pensamientos de
Laregmir. Criaturas extrañas azotando los poblados del Paramo de Oessel,
noticias de guerra, nada parecia tener mucho sentido.
O tal vez
tuviese más sentido de lo que aparentaba. Esto seguramente estaba relacionado
con las historias que su madre le habia contado sobre su padre, y con lo que
había susedido aquella fatidica noche de hacia medio siglo.
-- Una guerra
que ya lleva más de cincuenta años ¿no es verdad, mi señor?
-- ¡Excelente,
excelente! ¡Sabes del tema! – la imagen del hombrecillo dando santos y
aplaudiendo era absurda, hasta el punto de parecer grotesca, pero pronto se
detuvo, controlando esa extraña euforia que lo habia invadido – Por fin tengo a
alguien interesante para hablar, y no esos granjeros que solo saben de papas,
y, respondiendo a tu pregunta, ya son casi sesenta años de conflicto.
Dicho esto,
recogió el odre de vino que estaba en el suelo y se echó cómodamente al lado de
Laregmir.
-- Soy Lord
Phineas Goldfill, pero puedes llamarme Rojo – hizo una pausa para escupir –
Bienvenido a la “Caravana de los Hambrientos”
Ya habían
encendido una hoguera en medio de aquel circulo de carretas cuando el sol
desapareció en el horizonte. Estaban cansados y con hambre, agradecidos por
poder descansar al fin, luego de dos dias de marcha casi constante. Desde el
dia del ataque de los seres lobunos a los aldeanos del pueblo de Laregmir, en
las ruinas, no se habían detenido. Aparentemente, casi todos los integrantes de
la expedición eran procedentes de poblados que habian sufrido en embate de las
incursiones orcas lideradas por aquellos seres lobunos, y que habian sido
ayudados por la pequeña tropa de Lord Goldfill.
Ahora se
dedicaban a vagar por el extenso Paramo de Oessel en busca de sobrevivientes y
suministros para poder continuar su tediosa tarea de rescate. En palabras de
Lord Goldfill, la mision era “rescatar cualquier potencial soldado y a las
mujeres que engendraran mas soldados para lo que se nos viene ensima”.
Pero al fin se
pudieron permitir un bien merecido descanzo. El aroma de la carne asada se
extendia por todo el campo, desplazando al humedo olor de la nieve y el frio. Y
a pesar del peligro inminente que asechaba en las sombras del monte, el sonido
de un par de laudes y la dulce voz de una mujer se elevaron al infinito, hasta
la última estrella del expectante vacío.
En
la luna de muerte nos vemos huyendo
¡Ay,
mi hogar lejos ya esta!
La
sombra asecha desde los bosques
¿Cuántos
amigos deje atrás?
La
sangre y el fuego corren en las granjas
¡Ay,
mi hogar lejos ya esta!
Los
lobos llegaron en esta noche
¿Cuántos
amigos deje atrás?
Nos
vemos corriendo en los paramos
Dejando
nuestras villas en el pasado,
derramando lagrimas de odio,
viviremos en el recuerdo
derramando lagrimas de odio,
viviremos en el recuerdo
En
la luna de muerte nos vemos huyendo
¡Ay,
mi hogar lejos ya esta!
La
sombra asecha desde los bosques
¿Cuántos
amigos deje atrás?
-- Tu hija
tiene una voz preciosa, Jornam.
El hombretón,
arrancado de sus pensamientos, volteo la mirada a un lado, buscando a quien se
había dirigido a él. Y, alumbrado por la luz de la hoguera, pudo ver a uno de
los refugiados, un hombre un poco mayor que él, demacrado por el hambre y la
angustia.
No tenia ganas
de charlar ahora.
--¿Sabes? Ella
me recuerda mucho a mi hija—la insistencia por hablar delpobre tipo demostraba
su estado de ebriedad ¿un alcohólico tal vez?—hubiera podido ser buenas amigas,
tal vez.
Seguramente la
hija de este hombre habia muerto, penso Jornam. Tal vez este hombre estaba
tratando de limpiar de la sangre de su hija con el alcohol y de desahogar su
tragedia hablando con otro.
-- Siento la
perdida de tu hija, es una pena que haya muerto
Jornam volvio
la mirada al refugiado, que ahora miraba fijamente el suelo, con los puños
apretados. Parecia llevar una gran carga sobre sus hombros, algo mucho mas
terrible que la perdida de un ser amado
--¿Muerta?¡Los
dioses quisieran que hubiese muerto aquella puta noche!
El campesino
se desplomo abruptamente junto a su unico oyente, para luego sentarse un poco
más decentemente. Lentamente, unas lagrimas comenzaron a recorrer sus sucias y
demacradas mejillas, que rápidamente secó con la raida manga de su sayo.
-- Todos hemos sufrido por estas malditas
bestias—se movio un poco mas cerca del su etilico compañero y le dio unas
palmadas en el hombro--. Estoy seguro de que lograremos superarlo.
--¡Pero ella
no!—se irguio tan violentamente mientras vociferaba que casi vuelve a caer al
suelo -- ¿Acaso a ti te arrancaron los ojos?¿Te han violado mientras suplicabas
en las tinieblas?¿Acaso tuviste oportunidad de ver como se comían viva a tu
madre frente a ti sin poder hacer nada? Ojala la hubiera matado con mis propias
manos antes que tuviera que sufrir hasta perder la cordura y que la dejaran
inútil.
Nunca habia
pensado que tal maldad pudiera existir, pero alli estaba un ejemplo. El dolo de
aquel pobre hombre que habia perdido todo lo que amaba, a quien le fue
arrancada brutalmente su hija, lo hizo pensar. Eso pudo haberle sucedido a su
propia Danna. Se sintio impotente por un segundo, y un gran pesar le oprimió el
pecho. Solo pudo decir una cosa con voz entrecortada
-- Lo siento
mucho, pero ten juro por mi hija que vengare a la tuya.
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